¿No os pasa que, cuando vais a una zona de playa o costera, os entran unas ganas como de, no sé, sufrir un secuestro y tener una ansiedad que no habrías imaginado poder llegar a experimentar? Lo típico, vamos. Pues eso es lo que viviréis y sentiréis en Escape Salou, en Escape Room ubicado en, como dice el nombre, Salou (Tarragona, Cataluña).
Antes de comenzar con esta breve recomendación, debo avisaros de que va a ser con spoilers de lo que, probablemente, es la parte más impactante de todo el Escape Room. No voy a destripar nada relacionado con los puzles, ni siquiera voy a contar qué hicimos dentro ni mucho menos cómo conseguir salir, pero sí contaré lo que vivimos ANTES de empezar. Dicho de otro modo, lo que voy a destripar aquí, a modo de anécdota, es lo que te encuentras al llegar al lugar. Si os gustan los Escapes Rooms, no debéis leer más de este post. Simplemente ID al que veis en el título del mismo. Dicho esto, para los que aún así quieran seguir leyendo, comencemos...
Os pongo en situación: fuimos a hacer este Escape Room solo dos personas, un acompañante (amigo) y yo; llegamos al lugar a las 22:00 de la noche, totalmente a oscuras a esas horas por la zona que estábamos. Para añadir carne al asador, a esa hora empezaba el toque de queda en Cataluña (sí, íbamos a jugárnosla), por lo que la tensión ya se notaba en el ambiente dado que estábamos igual que cuando en el GTA tienes una estrella y estás esquivando a la poca policía que hay. Total, que al llegar (nos dejó un Taxi en el lugar) lo único que encontramos en la zona de la ubicación es un portal de viviendas normal y corriente. Llamamos al lugar y nos dijeron que estaban ahí, en "un local con una puerta blanca". ¿Un local? Un zulo de los que, literalmente, piensas en el significado de zulo y te imaginas eso. Una pared medio destrozada y hecha polvo, la arancela bajada totalmente, la puerta cerrada con llave por dentro y sin poder ver nada a través de ella, ni una sola serigrafía, cartel o rotulo... Que perfectamente podía ser un local abandonado, vaya.
Bueno, el caso es que llamamos a la puerta y nadie respondía. Pasaron unos minutos y nadie abría. Lo primero que pensé, visto el lugar y la ubicación, era que se trataba de tremendo timo y estafa, como es lógico, pero qué equivocado estaba... Al cabo de un rato, la puerta se abrió. La abre un hombre de piel oscura (no por nada, solo le describo, que ya nos conocemos) con una braga que le tapa hasta la nariz (incluida) y encapuchado con una sudadera. Se nos quedó mirando perplejo, como si no supiera quiénes somos ni qué hacíamos ahí, pero también se le notaba preocupado y enfadado. El caso es que nos agarró y nos metió al local, sin decir una sola palabra. Con las mismas, cuando ya estábamos dentro, asomó la cabeza por la puerta para asegurarse de que no había nadie o de que no nos habían visto, mirando hacia los lados, y la cerró con llave. Todo esto, por cierto, teniendo en todo momento una mano en la espalda, la cual mostró tras cerrar la puerta sosteniendo, nada más ni nada menos, que un martillo. Y no, no era de mentira. Era un martillo de verdad, de los del Bricomart. O del Leroy Merlin. Bueno, no lo sé, lo importante es que era de verdad. Todo esto, reitero, sin mediar una sola palabra.
Una vez dentro del local, encerrados y sin entender nada, nos recorrió con su mirada. Local que, por cierto, no tenía absolutamente nada; ni taquillas, ni asientos, ni nada. Lo dicho, es que era un zulo. Llamadme loco, pero es que las veces que he ido a algún Escape Room siempre he pasado por, no sé, una recepción, DIGO YO. Me explicaban un poco cómo iba todo, incluso me cobraban o me decían de pagar al terminar por lo menos, pero aquí no. Aquí no sabíamos dónde estábamos ni qué estaba pasando. Sin entender nada, yo (impulsivo de mí) pregunté dónde podía dejar la mochila. Sí, tal cual. Perfectamente podía abrirme en canal si quería, pero oye, que la espalda ya duele y por preguntar no pierdo nada. Bueno, podría haberlo hecho realmente. Desde el momento en el que entramos podríamos haber perdido mucho, pero no sabíamos si sería así o si, por el contrario, nos llevaríamos la experiencia que nos hemos llevado. Era el Escape Room de Schrödinger: puedes morir o pasarlo bien, pero no lo sabrás si no accedes a entrar. El caso es que dejé la mochila en el suelo, que fue donde me señaló, y ya está. Tras esto, nos tapó los ojos con unos antifaces de estos que se usan para dormir. No sé cómo se llaman, pero porque tampoco sé por qué se usan. Quiero decir, cierra los ojos y ya, ¿no? Life hack. Total, que nos tapó los ojos y nos puso contra una pared apoyando las manos y abriendo las piernas, todo esto de pie obviamente (porque en otra postura yo no me pongo, siempre caballero).
No os voy a engañar, en este punto estaba acojonado perdido. Tanto yo como mi acompañante. Ya nos habíamos echado alguna mirada durante todo este rato de "vamos a acabar mal con este tío" o de "¿nos fiamos?", pero pese a ellas llegamos a esa situación. Estábamos, literalmente, temblando. La situación, el contexto, la tensión, el lugar, el ambiente... Todo. Todo estaba hecho y pensado para convertirse en el que, hoy por hoy, es el mejor Escape Room en el que he estado. Porque, sí, era un Escape Room. Tras todo esto que he contado, nos llevó por separado a dos lugares diferentes desde los que comenzaría el verdadero reto: una hora para escapar, con pruebas de dificultad alta de por medio, y siendo solo dos personas. Al final salimos, pero por poco no lo contamos. Ya no solo por haber accedido a entrar ahí, si no porque nos faltaron 58 segundos para que se acabase el tiempo.
La cuestión aquí es lo bien hecho que estaba todo. Y sí, puede que influyese que íbamos por la noche, pero el cómo desde el momento en el que se te mete por la vista ese local con pinta de zulo para darte mala espina, pasando por el atrezo y la forma de vestir de la persona que te abre, la (no) decoración en este caso, los gestos, las acciones... Todo estaba hecho, pensado e ideado correctamente para hacerte sentir que, efectivamente, estabas siendo secuestrado de verdad. Y si queréis saber más, tendréis que ir. Porque, creedme, pese a haber leído esto, iréis y pasaréis miedo. Os encontraréis en esa situación, y dudaréis de mí; de la veracidad de este post. Pensaréis que estoy compinchado para que os maten, o algo peor... Pero eso tendréis que averiguarlo yendo.
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